domingo, 28 de octubre de 2012

Los espíritus de Benedicto XVI (por José Manuel Cansino en forouniversitarioelescorial.com)


De la sociedad española parece haberse apoderado una inmensa aprensión dominada por dos tardíos y bruscos descubrimientos: que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” y que, “en realidad, nos gobiernan los mercados”. Estos fenómenos se han conformado como dos importantes “animal spirits” que lastran la recomposición del elemento inexcusable para una verdadera recuperación: la confianza en las propias fuerzas y capacidades. Son palabras de los profesores Arias y Costas en su interesante libro “La torre de la arrogancia” (Ed. Ariel).
John Maynard Keynes acuñó el término “animal spirits” para transmitir la idea de que las fluctuaciones en la inversión a menudo no están determinadas por variables exclusivamente económicas, como el tipo de interés, sino por factores intangibles, tales como la intuición acerca de una oportunidad de negocio. Así lo ha recordado el profesor Antonio Moreno.
El denominado “consenso Keynesiano”, esto es, la aceptación mayoritaria de las tesis del economista británico se extendió desde los últimos años treinta hasta las crisis del petróleo de la década de los setenta del siglo pasado. Incapaces de resolver una crisis económica inédita que sumaba al problema del desempleo el de la inflación y el estancamiento, el pensamiento keynesiano dio el relevo a un sistema de ideas económicas basado en dos supuestos; el de la ultraracionalidad de los agentes económicos y el del funcionamiento eficiente de los mercados financieros.
El colapso económico que ahora podemos fechar en 2008 con la caída del banco Lehman Brothers ha supuesto otro colapso no menor en el sistema de ideas económico, incapaz ahora de dar respuesta a esta “Gran recesión”.
Precisamente en mitad del desconcierto, tuvo una muy buena acogida la publicación en 2009 de “Animal spirits” de los norteamericanos George Akelof y Robert Schiller, libro en el que remarcan los límites a la motivación puramente económica en las decisiones humanas.
Pero también en 2009, vio la luz la Encíclica “Caritas in veritate” de Benedicto XVI y en ella ha de destacarse como uno de sus puntos más novedosos el siguiente razonamiento: si la economía es un campo de desarrollo profesional y personal, y el hombre se realiza dándose a los otros, la economía ha de concebirse como un don a los demás. Son los “Ethical Spirits” de la “Caritas in Veritate”; término de inequívoca reminiscencia keynesiana.
Dejemos para otros lugares el debate de la posición de la Doctrina Social de la Iglesia a favor o no de la intervención pública en el funcionamiento de los mercados.
Quedémonos con la importancia de recordar que no se puede explicar una parte considerable de las decisiones económicas de las personas sin atender a estas motivaciones que han pasado por alto las construcciones teórico-económicas de las últimas décadas. La afirmación es demasiado rotunda para no admitir matices pero es un buen resumen de lo ocurrido.
Los millones de cristianos del mundo realizan acciones redistributivas indispensables conmovidos por estas motivaciones pero su influencia en las relaciones económicas sería mucho mayor si, por ejemplo, las decisiones de consumo tuviesen muy en cuenta los códigos de conducta de las empresas de las que somos clientes. De esta forma, de poder elegir entre empresas que fomentan o consienten comportamientos contrarios a la ética directa o indirectamente (a través de sus proveedores) y empresas que acreditan unas prácticas de respeto efectivo a la dignidad humana, la influencia de la comunidad cristiana internacional trascendería de la tradicional de contribuir a la corrección de los desequilibrios en el reparto de la renta, a hacerlo a un desarrollo económico en el que se sancionen comportamientos reprobables.

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