martes, 12 de mayo de 2015

SUBSIDIO AGRARIO (José Manuel Cansino en La Razón el 11/5/2015)

En el año 1971, aún en pleno Régimen de Franco, se aprobaba el primer plan sistemático de transferencia de renta al sector agrario; el Plan de Empleo Comunitario. A partir de ese momento, el cambio de sistema político trajo consigo la reaparición de la denominada ‘cuestión social agraria’ y la reivindicación de la reforma agraria orientada a la expropiación y al reparto de la tierra. Por cierto que el éxito de la película ‘La Isla Mínima’ ha servido para devolver al público un recuerdo muy ajustado de aquellos momentos a modo de telón de fondo parcial de la trama.



La Reforma Agraria había sido una vieja aspiración con varios hitos históricos ejecutados con diferente éxito; la ley republicana de 1932, la contra-reforma republicana de 1935, el intento falangista a través del Servicio Nacional de Reforma Económica y Social de la Tierra creado en abril de 1938 y los intentos de finales de la década de los 70 y década de los 80 del siglo pasado. El análisis de todos estos intentos permite concluir que conforme el sector agrario dejó de emplear a la mayor parte de la población ocupada en España, la reforma agraria en la práctica y a fines del siglo XX pasó de basarse en el modelo clásico expropiación-reparto al modelo de sistema de protección social extendido (subsidio agrario) orientado al fenómeno de la temporalidad junto con programas anuales de inversión pública con un sistema de gestión proclive a la creación de redes clientelares. La reivindicación por la propiedad de la tierra fue sustituida, política y sindicalmente, por la reivindicación de un sistema de protección o de transferencia de renta.
¿Cuántos son los beneficiarios de estas prestaciones? ¿Hasta qué punto es rigurosa la imagen de una Andalucía subsidiada? Entre 1984 y 2013, el número máximo de perceptores se alcanzó en 1989 con 296.500. Las etapas de expansión económica fueron reduciendo el número hasta los 196.083 de 2009, año en el que vuelve a crecer. Los beneficiarios de las prestaciones ‘agrarias’ (subsidio y renta agraria) representan el 27.2 % del total de perceptores de prestación por desempleo en Andalucía y que sumaron –al final de 2014- 642.063 personas. Desde otra perspectiva, los ‘subsidiados agrarios’ representan el 2 % de la población total en Andalucía. La situación no es muy diferente en Extremadura –la otra región española que tiene acceso a este sistema especial de protección-. En Extremadura los subsidiados agrarios también representan el 27 % del total de personas que reciben una prestación por desempleo y el 2.3 % del total de su población.
Entre los pocos analistas que nos hemos acercado a esta cuestión desde la investigación económica, no es infrecuente oír que los fondos que se han transferido a Extremadura y Andalucía por el sistema de protección agrario en su conjunto (subsidios, inversión pública y fondos para la formación) están muy por debajo de los que recibieron –por ejemplo- la cuenca Astur-Leonesa por la reconversión de la minería u otras zonas que soportaron la reconversión industrial de los primeros gobiernos socialistas de los años 80. Probablemente sea cierto pero nadie ha puesto esos números encima de la mesa. Decimos que probablemente sea cierto porque la cuantía de la prestación es actualmente de 426 euros al mes (el 80 % del denominado Indicador Público de Renta a Efectos Múltiples); muy por debajo de las rentas por prejubilación que se pagaron en la minería. Así si ‘La Isla Mínima’ es una buena película que recuerda las aspiraciones de reforma agraria de fines de los 70 y 80, ‘Los lunes al sol’ lo es de la reconversión de la minería.
No obstante hay una importante diferencia entre el sistema de protección agrario y el de reconversión de la minería; el primero está diseñado para quedarse y el segundo para extinguirse y eso tiene efectos determinantes sobre la movilidad de la población.

Las aspiraciones de reforma agraria del siglo XXI posiblemente no hayan desaparecido pero sí se han reinventado. Aunque sigan existiendo comunistas, anarquistas o falangistas que, por convicción o romanticismo, siguen empeñados en una reforma ajustada al esquema de expropiación+reparto, la nueva reforma agraria está orientada al cambio de la agricultura a sistemas de gestión sostenibles y de producción sana. La iniciativa británica de etiquetado ecológico (ecolabelling), las reivindicaciones sobre la calidad de las granjas ganaderas y avícolas, el uso de los coproductos agrícolas como materia prima para las energías renovables o las barreras a la importación de productos agrícolas para los que no se certifique que se han obtenido sin explotación infantil constituyen algunos de los pilares de la nueva reforma agraria.

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