miércoles, 16 de diciembre de 2015

LA 'GRANDEUR' Y EL CLIMA (José Manuel Cansino en La Razón el 14/12/2015)


La 'Grandeur' francesa no iba a dejar pasar la oportunidad de exhibirse mundialmente ante el reto que había aceptado Francia de conseguir un acuerdo global en la lucha contra el Cambio Climático; un acuerdo que se había resistido a los intentos de años anteriores por lograr un texto que sustituyese al Protocolo de Kioto aprobado en 1997.



A las 19.26 horas del pasado sábado, el ministro de exteriores francés, Laurent Fabius, preguntaba a los representantes de los 196 países allí reunidos si tenían algún reparo al texto de 10 páginas que acaba de leer. La ausencia de reparos dio paso a un aplauso general al texto que tendrá fuerza legal cuando lo ratifiquen, al menos, 55 de los países que sumen el 55 % de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero. El plazo de ratificación se extenderá entre el 22 de abril de 2016 y el 21 del mismo mes del año siguiente. La sede física de la ratificación será la ciudad de Nueva York que acoge la sede la ONU.
Sin embargo, aún hay un exceso de euforia en los primeros análisis pues están demasiado apagados a las lecturas 'oficiales' hechas por los patrocinados del acuerdo. La que despunta como primera y más importante objeción es que quedan excluidas de la obligatoriedad del acuerdo las contribuciones concretas de cada nación a la mitigación de sus propias emisiones. Sin duda es una cuestión clave que debe entenderse en clave no muy negativa pues una vez que cada país fije su contribución exacta a la reducción de gases de efecto invernadero se convertirá en obligatoria desde un punto de vista internacional. Esta novedad debe analizarse con interés pues, de confirmarse, sería una gran diferencia si se compara con los dos grandes acuerdos previos; el citado Protocolo de Kioto de 1997 y el Acuerdo de Copenhague de 2009. En ambos casos, los países firmantes no incluidos en los denominados 'anexos 1', fijaban acuerdos (más o menos cuantificarlos) de reducción de emisiones que no eran internacionalmente exigibles. Esto era tanto como evitar sanciones en caso de incumplimiento.
El acuerdo de París reforzará la transición de las economías del mundo hacia sistemas productivos poco contaminantes y, consecuentemente, menos dependientes de los combustibles de origen fósil (cuya combustión es la responsable principal de emisiones de gases de efecto invernadero). Desde la perspectiva empresarial sigue en la línea de ofrecer oportunidades a las empresas que promueven mejoras en el ahorro de consumo energético y en la producción de energía limpia; esto último es compatible con un previsible retorno de algunos países al uso de la energía nuclear. En cualquier caso, estamos todavía muy influidos por las lecturas triunfalistas del Acuerdo de París.

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