martes, 27 de enero de 2015

EPA, QE y BCE ¿ECONOMÍA O CRIPTOGRAFÍA? (José Manuel Cansino en La Razón el 26/1/2015)

Tantos euros como 1,14 billones son equivalentes a todo el PIB de España o al 8 % del PIB conjunto de los diecinueve paises que conforman la zona euro. Esa cantidad también es la que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, anunció el pasado jueves que va a destinar a la compra de deuda privada y publica a razón de 60.000 millones al mes hasta 2016. Dejo claro, además, que mantendría el programa de compra de deuda en el futuro si fuese necesario. El anuncio coincidió con los resultados de la Encuenta de Población Aciva (EPA) del cuarto trimestre de 2014.



A esta operación aprobada por el Consejo de Gobierno del BCE se le denomina en inglés, 'Quantitative easing' (QE) y ni es la primera vez que la pone en marcha el BCE ni es la eurozona la unica área del mundo en conocerla. Efectivamente, el BCE ya ha puesto en marcha programas de QE pero en esta ocasión hay dos diferencias importantes que modifican lo que que se compra y el objeivo que se persigue.
En ocasiones anteriores el BCE ha utilizado la QE para comprar 'activos tóxicos' o 'deuda basura' (un título de deuda es un activo para el acreedor que lo posee). Con la ficción de comprar deuda casi insolvente a precios muy altos, el BCE ha inyectado miles de millones de euros para garantizar que los estados europeos pudiesen colocar su deuda y para limpiar' los balances de los bancos en riesgo de quiebra comprándoles los 'activos tóxicos a cambio de euros frescos que espantaran al fantasma de la insolvencia. 
En esta ocasión el BCE ha anunciado que no comprará bonos basura o tóxicos; sólo bonos 'de mercado' o buenos a cambio de inyectar dinero a sus dueños para, entre otras cosas, aumentar el consumo y frenar la caída de precios. Esta es, precisamente, la seguda diferencia con las intervenciones anteriores del BCE; el objetivo que persigue  no es sanear la banca.
Ahora el fantasma que intenta conjurar el BCE no es el de las corridas bancarias sino el de la deflación. Por paradójico que pueda resultar, el BCE inyecta 1,14 billones de euros para conseguir que los precios dejen de caer y suban a un ritmo del 2 % aproximadamente. La deflación (la bajada de precios) desincetiva la invesión y agudiza la cisis.
Antes que el BCE, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón -a través de sus bancos centrales- ya recurrieron a las QE's para sanear su sistema financiero y reactivar sus economías. Los resultados han sido muy dispares; mientras que EEUU y Gran Bretaña gozan de un buen ritmo de crecimiento económico, Japón sigue sin recuperar el pulso económico y borrar el riesgo de la deflación. Parte de esta disparidad de resultados hay que buscarla en la significativa diferencia entre la cantidad de dinero que ha inyectado la Reserva Federal (el banco central de EEUU) y el BCE.
¿Y que tiene que ver todo esto con la EPA? Pues puede que nada o puede que bastante. Los resultados de la última EPA han sido malos; el paro ha subido en el último trimestre. No obstante, se ha impuesto una lectura anual de las cuatro EPA's de 2014 y, globalmente, sí arrojan buenos resultados. La economía española se ha desmarcado de sus socios europeos en ritmo de crecimiento. Si desde el inicio de la crisis en 2007 hemos sido quienes más empleo destruimos, ahora es posible que se registre una tasa de crecmiento del 3 % en 2015,, muy por encima de la media. Pero no basta. Para absorber a casi 5.5 millones de desempleados se necesita mucho más. Regiones como la andaluza registran diez puntos más de tasa de paro que la media nacional y los salarios que cobran los andaluces están en la cola de las rentas salariales españolas. El esfuerzo es titánico.
¿Servirá la QE para que fluya el crédito y se reactive más intensamente el crecimiento económico? Aunque resulte impopular esta afirmación, en este momento no hay un problema tanto de contracción del crédito como de la demanda del mismo. En otros términos, ahora no es que los bancos no tengan disposición y liquidez a prestar sino que empresas y particulares no están por la labor de volver a endeudarse/apalancarse. No ven claras oportunidades de inversión aunque el índice de confianza del consumidor ha mejorado un poco y la QE va a favorecer las exportaciones al contribuir a la depreciación del euro.

Nadie arriesga su dinero si cree que los precios van a bajar y eso afectará a sus expectativas de ingresos. Eso es lo que persigue el BCE con la QE; mejorar las expectativas buscando una subida de precios hasta el 2 %, dando muchísimo dinero a los bancos a la espera de que la inversión de reactive. Para no pocos es el último cartucho del BCE. Para la economá andaluza sería un buen empujón si bien la brecha que nos separa de la media nacional, en empleo y renta, es muy amplia.

miércoles, 21 de enero de 2015

SUNÍES, CHIÍTAS Y EXPORTACIONES ANDALUZAS (José Manuel Cansino en La Razon el 19/1/2015)

En la pertinaz tibieza de salida de la crisis dos hechos han venido en nuestro auxilio: la devaluación del euro y la bajada en el precio del petróleo. Pocos discuten que una salida no fullera de la crisis económica pasa por reforzar el sector exportador de la economía española en general y andaluza, particularmente. Además, no de cualquier forma sino orientándolo cada vez más a las economías emergentes que todavía, en absoluto son nuestros principales clientes.



La economía española tiene una muy elevada tasa de apertura (suma de las exportaciones y de las importaciones como porcentaje del PIB); se sitúa alrededor del 50 % frente al 35 % que en promedio registra la Eurozona. Nuestros principales clientes son Francia, Portugal, Alemania e Italia; todas ellas son economías maduras que no acaban de salir de la crisis económica. Si a ellos les va bien, nosotros también nos beneficiaremos.
La depreciación del euro ha aparecido en un momento muy oportuno para auxiliar a la casi imperceptible recuperación de la economía europea. Precisamente si la depreciación nominal del euro alcanzase hasta un 10 %, el aumento a medio plazo del PIB francés sería del 0.2 % y de 0.3 % en el caso de España. Así se desprende del Informe mensual publicado por el servicio de estudios de La Caixa. No parece, además, que el euro vaya a finalizar su caída pues la justicia europea acaba de aprobar la compra masiva de deuda pública por el Banco Central Europeo lo que supondrá una nueva y millonaria inyección de liquidez que abaratará nuestra moneda.
Sin embargo, no en todos los países de la eurozona el sector exterior responde con la misma vigorosidad a una depreciación de su moneda. A esa sensibilidad los economistas le llaman elasticidad de las exportaciones al tipo de cambio y para España es el doble que en Alemania. Por cada punto porcentual de depreciación del euro, las exportaciones españolas repuntan un 1.6 % mientras que las alemanas lo hacen sólo en 0.8 y las francesas en sólo 1.44 puntos. La explicación para esto no es sencilla y a menudo se impone la interpretación de que las exportaciones alemanas tienen un componente tecnológico más alto, sus productos están más diferenciados y sus clientes, al ser más fieles, responden menos a cambios en los precios. No es tan sencillo. Parte de la explicación hay que buscarla en que las producciones de bienes alemanes tienen una cadena de valor global muy integrada. Buena parte de sus componentes son importados de países centroeuropeos con monedas distintas al euro. De hecho, Alemania reexporta un 51 % de lo que importa mientras que España sólo un 35 %. La mayor integración internacional de las cadenas de valor hace que las exportaciones sean menos sensibles a variaciones del tipo de cambio pues también afecta a los países importados.
A pesar estas expectativas y de la mayor respuesta de las exportaciones españolas a la devaluación del euro, los datos de nuestro sector exterior no son halagüeños. En septiembre pasado el superávit acumulado por la balanza por cuenta corriente española fue de 1.673 millones de euros; un año antes era de 15.840. En definitiva, nuestras importaciones están creciendo mucho más que las exportaciones conforme la recuperación de la economía española va dejándose sentir.
En ayuda del superávit exterior y de la recuperación económica europea y española ha venido también la bajada del precio del petróleo. Aunque son varios los factores que nos ayudan a entenderla, no cabe duda que uno de ellos es de naturaleza geopolítica y está asociado a la estrategia del principal productor mundial Arabia Saudí de mayoría sunita para castigar a los países de mayoría chiita; principalmente Irán. España importa una media de 35 millones de barriles de petróleo al mes. La bajada actual, comparada con los 82 euros por barril que –en promedio- se pagaron en 2013, significa que sólo durante el pasado mes de diciembre, nos ahorramos unos 1400 millones de euros.
El binomio devaluación del euro y abaratamiento del petróleo es un balón de oxígeno extraordinario que debe aprovecharse por la economía andaluza y española en general para dar un impulso a la salida de la crisis. Una salida que, para ser sólida, debe estar apoyada en un sector exterior en el que ganen cuotas los clientes de las economías emergentes frente a los tradicionales socios comerciales centroeuropeos.

viernes, 16 de enero de 2015

La amnesia que España vence (José Manuel Cansino en La Razón el 12/1/2015)

Volvía de participar en un programa de televisión en el que se valoraban los resultados de la pasada Cumbre del Clima de la ciudad de Lima (la denominada COP20) y coincidí en el taxi que amablemente nos devolvía a la ciudad, con otros contertulios y participantes en el programa. 



Tres éramos profesores universitarios que nos dedicábamos a la actividad docente e investigadora y los tres compartíamos la realidad de la nueva Universidad española. Uno de ellos, nacido en Bilbao y trabajando actualmente en Madrid en el Centro Estatal de Atención al Daño Cerebral, se había formado después de estudiar medicina en España en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore (Maryland). Es este un hospital fundado por un reputado cuáquero cuyos pacientes son atendidos en un 50 % de manera gratuita y en otro 50 % de manera privada a través del sistema de mutualidades norteamericanas. 
Este joven neurólogo es hoy el principal experto en recuperación de amnesias en España. Llega a recuperar al 90 % de sus pacientes. Incluso en los casos en los que no lo logra, la mitad de ellos pueden reintegrarse a la vida profesional aun no del todo recuperados. En su tiempo en Estados Unidos compaginaba su actividad clínica con la investigadora. 
La otra ocupante del taxi, una joven profesora de la Universidad Rovira i Virgil, se había formado también, después de en España, en Washington y ahora trabajaba, entre otras tareas, en un proyecto de investigación financiado con fondos europeos. Quienes nos dedicamos a la investigación sabemos lo difícil que es conseguir que elijan financiar tus proyectos las autoridades comunitarias dado el nivel de competencia que existe. Y dicho sea de paso, aunque en España, uno de los pecados del aldeanismo ha sido crear una universidad (o dos) en casi cada provincia, he de reconocer que los profesionales que conozco de esta Universidad, lo son de primer nivel. 
El otro ocupante era yo, que después de haber estado como profesor invitado en la Universidad de Lund en Suecia, los Reyes Magos me habían traído como regalo la concesión de un proyecto de investigación internacional financiado por el gobierno de Chile para los próximos tres años. 
Efectivamente, la Universidad española, en menos de una década, ha soportado muchos y muy intensos cambios. Algunos desconcertantes en mi opinión, como la forma en la que se ha aplicado el Plan Bolonia. Un sistema diseñado con ínfulas de ricos y presupuestos ridículos. Pero otros resultados son muy esperanzadores como demuestra el hecho que los artículos científicos publicados por investigadores españoles hoy están muy por encima de nuestro ranking en términos de renta per capita. Parte inequívoca de este resultado ha sido la salida al extranjero para completar nuestra formación y entrar en redes internacionales de trabajo. 
El cuarto integrante del taxi -y más importante- era el conductor. Complacido al oír al joven neurólogo vasco, comentó que a su hermana la acababan de sacar adelante con un ictus de grado 8. El médico -de cuyo bagaje profesional ya estaba al tanto el taxista- le dio fundadas esperanzas de restablecimiento. Todos coincidimos -vasco, catalanes y andaluz- en que uno de los principales patrimonios de nuestra Nación es el sistema sanitario. Nadie le puso apellido regional. Era el sistema sanitario español sin matizaciones. Un sistema que además de haberse forjado durante décadas ha tenido la contribución de las más dispares ideologías ministeriales. Así hemos pasado desde los trabajos de la Comisión de Reformas Sociales (1883), a las normativas republicanas, falangistas, socialistas y conservadoras que lo han ido modelando sobre el dinero de los contribuyentes y el esfuerzo de los profesionales.
Nuestro sistema sanitario hasta ahora ha sido capaz de sobreponerse a los intentos de fragmentación territorial, aunque no sin lamentables excepciones. Cualquier país sin complejos exhibiría este sistema sanitario como gran logro nacional y reconocería socialmente a sus mejores integrantes. Y naturalmente no se le ocurriría fragmentarlo distinguiendo a los pacientes según su lugar de residencia. Los derechos son de las personas y no de los territorios, y el derecho a la salud es uno de los fundamentales.
 Esta larga historia, también debería vencer a la amnesia social a la que se somete a los españoles ocultando nuestros éxitos históricos bajo la lápida de un lacerante e inexplicable sentimiento de vergüenza.

martes, 6 de enero de 2015

¿Y SI LA DEFLACIÓN SE CUELA EN 2015? (José Manuel Cansino en La Razón el 5/1/2015)

Aunque el Occidente económico (no el geográfico) parece haberse olvidado del problema de la deflación, ésta fue una de las principales causas de la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado que siguió a ‘crack’ de 1929. Más recientemente, después de estallar una gran burbuja inmobiliaria en los años 90 en Japón, se desató un proceso deflacionista que explica buena parte de las más de dos décadas de estancamiento en la economía nipona.



La deflación consiste en una bajada sostenida, generalizada y significativa de los precios. No es inmediato explicar cuáles son las distorsiones que provoca pero un buen resumen de todas ellas es decir que desalienta el emprendimiento de nuevos negocios. Europa y, más precisamente los países que compartimos el euro como moneda, no estamos en esa situación pero sí se ha instalado un cierto temor a la deflación en la institución que ostenta la soberanía monetaria: el Banco Central Europeo (BCE).
Los expertos sí saben que el diseño de inspiración monetarista del BCE estaba focalizado en mantener una inflación bajo control; esto es, en torno al 2 %. Para ello el BCE se ocupaba de acompasar la cantidad de euros en circulación (tanto moneda fiduciaria como dinero bancario) al crecimiento económico de la zona euro. El presidente de esta institución –Mario Draghi- acaba de dejar entrever que “el riesgo de incumplir ese mandato es ahora mayor que hace seis meses”.
Esta afirmación se contiene en una entrevista concedida al diario alemán Handelsblatt  publicada el 2 de Enero; el mismo día que en España se conmemora la Reconquista de Granada por los Reyes Católicos. El texto completo está disponible en la sección de prensa de la web oficial del BCE (www.ecb.europa.eu/)
 ¿Qué es lo que han visto no pocos analistas detrás de esta afirmación? Pues que el BCE atisba un fundado riesgo de deflación; un riesgo que se traduciría en un escenario de 3D; deflación, desempleo y deuda.
Uno de los anuncios que soportan este temor gira sobre la varias veces anunciada intención de poner un nuevo programa de ‘Quantitative easing’ o, lo que es lo mismo, inyectar una fortísima cantidad de nuevos euros con los que comprar deuda (devaluada) a las entidades financieras para contribuir a su recapitalización. Pero también inyectar nuevos euros para comprar –si fuese necesario- directamente deuda pública a los estados soberanos. Reparemos en esto último.
Que el BCE compre directamente deuda a los estados es subvertir su principio inspirador pero también es abandonar la farsa que ha venido practicando largamente desde 2008, a saber, en lugar de comprar deuda directamente, prestaba el dinero de nueva creación a la banca comercial para que fuese ésta quien evitara la bancarrota de muchas naciones –entre ellas, España- comprando deuda pública con el dinero del BCE. Ha sido esta una operación bastante rentable hecha por el mismo sector financiero responsable –ex equo con los supervisores- de esta crisis financiera.
Para mayor abundamiento, no debe pasarse por alto que este nuevo anuncio del presidente Draghi se produce en los días de un nuevo colapso en Grecia. La ciudadanía no tiene por qué entender de cuestiones económicas; especialmente cuando las opiniones de los gurús económicos son tan ‘rigurosas’ como, a menudo, abiertamente contradictorias. Los guardianes de la pureza científica acostumbran a decir que la Economía es demasiado compleja para ser un Arte y demasiado imprecisa para ser una Ciencia.
Pero terminemos por donde empezamos; por la deflación y por la relevante entrevista a Draghi. En ella el presidente del BCE afirmó ‘the bank is moving closer to launching a full-scale quantitative easing program’; en definitiva que están poniendo a punto las máquinas de fabricar nuevos euros físicos o electrónicos. Naturalmente esto hubiera sido algo diferente si el sistema de supervisión bancaria europea estuviese ya en funcionamiento aunque, no nos engañemos, no hubiese sido muy diferente. Poner en marcha un nuevo programa de ‘Quantitative easing’ o comprar deuda a mansalva, es inundar de euros el mercado en pleno proceso de devaluación del euro frente al dólar. Los inversores que operan a corto plazo lo saben y por eso están tomando posiciones en la moneda norteamericana a la espera de una mayor devaluación de la moneda europea. Entonces cambiarán sus dólares por muchos euros.

Es posible que un euro más devaluado frente al dólar, al encarecer las importaciones que se pagan en esta moneda, frene la deflación. Lo lógico sería también que ayudase a las exportaciones europeas que se cobran en euros. Pero todo esto ocurre en mitad de una fortísima bajada del precio del petróleo que azuza a la deflación en zonas netamente importadoras como la mayor parte de Europa. Y no la azuza más porque se paga mayoritariamente en dólares. Unos dólares cada vez más caros.