martes, 12 de abril de 2016

GENTE RICA, GENTE POBRE (José Manuel Cansino en La Razón el 11/4/2016)

Con una diferencia pequeña de días pero extrema en atención mediática, se han publicado los denominados “papeles de Panamá” y el estudio de la Fundación FOESSA (Cáritas) titulado “La transmisión intergeneracional de la pobreza: factores, procesos y propuestas para la intervención”. Ambos son buenos retratos de la gente rica y de la gente pobre; colectivos que han existido siempre en todos los sistemas económicos pero de cuya importancia relativa sólo tenemos información desde el desarrollo de las fuentes estadísticas en la segunda mitad del siglo XX. Precisamente por esta razón no es posible hacer un análisis comparativo riguroso entre los ricos y pobres en el sistema económico esclavista, feudal, liberal-capitalista o el actual sistema económico mixto (estado y mercado).



Lo que sí es cierto es que el eco mediático de los “papeles de Panamá” y el pequeño impacto del informe de Cáritas responde perfectamente a la reprobación social de quien se adscribe a la “sociedad opulenta” –usando el afortunado término de John Kenneth Galbraith- (una reprobación quizá más por envidia de los que están fuera que por sus valores o antivalores morales). Esta misma reprobación convive con cierta conmiseración con las familias que viven atrapadas en la “trampa de la pobreza” en mitad de una sociedad que ha decidido maltratar a la propia institución de la familia.
Lo que se conoce de los “papeles de Panamá” permite confirmar lo que ya se sabía aunque aporta el dato relevante de su extraordinaria dimensión y el no menos importante de la transversalidad de la doble moral; esa que permite dar lecciones desde el Parlamento o en la gala de los premios Goya para luego coincidir no en Panamá, sino en las Islas Vírgenes Británicas que son el verdadero Paraíso fiscal donde residen las 113.648 compañías del total de 214.488 sociedades creadas por el despacho de abogados panameño Mossack Fonseca. Despacho que, por cierto, también tiene presencia en Gibraltar; tema del que apenas se han ocupado los medios de comunicación.
El discurso de “hay que subir los impuestos a los ricos” se enfrenta a dos contradicciones terribles. La primera es que con datos de la Agencia Tributaria de 2013 (los últimos disponibles) sólo 4.553 contribuyentes declararon en España en el IRPF rendimientos superiores a los 601.000 euros al año. Puede que sean los únicos con vergüenza os los únicos que no fueron capaces de ocultar su dinero a través de Panamá o similar. La otra contradicción es que con frecuencia, no pocos de los que vehementemente piden subir los impuestos a los ricos son clientes habituales de SICAVs o reputados usuarios de los paraísos fiscales.
Al tiempo que nos despachamos diariamente con la ampliación de la lista de ricos y famosos de los “papeles de Panamá”, Cáritas advierte que la brecha en la tasa de pobreza entre los hogares sin menores y con menores es en España tres veces superior a la UE27. Y detalla que la tasa de pobreza en los hogares sin menores es del 16%, mientras que asciende al 28% en los hogares en los que hay menores, al 42% en el caso de familias monoparentales con hijos y al 44% cuando las familias tienen tres o más menores. El informe de Cáritas apunta a la muy deficiente atención que recibe la población infantil en situación de pobreza frente a, por ejemplo, la población anciana que sí tiene un sistema de protección más desarrollado que bascula en las pensiones de jubilación.
Señala además y con valentía este “contrainforme” de los “papeles de Panamá” el maltrato que recibe la institución familiar y para reivindicarla se sirve de una acertada cita del Papa Francisco en su reciente visita a Ecuador en la que sostenía que la familia era “la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran riqueza social, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos. Estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.”
En lo demás el informe de Cáritas reivindica un mayor y mejor gasto público en atención a las familias. Siento disentir en esta recomendación que si bien es la más rápida de articular no es la única (tampoco el informe la reivindica como tal). Los economistas llamamos “trampa de la pobreza” a la situación que atrapa a muchas familias que prefieren la seguridad de percibir un pequeño ingreso público antes que buscar una salida a su situación a través de un empleo que podría conllevar mayores ingresos, pero también sería incompatible con percibir las prestación o los beneficios de los programas de atención.
Sé que habrá quien se tome a mal lo que escribo pero de la misma forma que el discurso de “hay que subir los impuestos a los ricos” es inconsistente porque los ricos ya hace tiempo que marcharon a los paraísos fiscales –Gibraltar sin ir más lejos-, tampoco es adecuado acudir al presupuesto público como la única tabla de salvación de la pobreza pese a la irresponsable deconstrucción de la institución familiar que sufrimos.
La evasión de impuestos a paraísos fiscales es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos desde hace décadas. El informe de la organización Tax Justice Network estimaba en 24 billones de euros el dinero total en paraísos fiscales en 2010. El expresidente del Comité científico de la organización “Attack”, el economista francés René Passet propuso la siguiente fórmula para acabar de un plumazo con los paraísos fiscales; “dejar de reconocer los actos jurídicos firmados en esos países”.
Respecto al problema de la pobreza familiar, creo que se debe incorporar en las demandas de todos los que estamos concernidos por la crisis de la familia, programas eficaces de lucha contra la pobreza que cada vez más, aborden la salida de la misma por la vía de la superación de la “trampa de la pobreza”.



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