jueves, 28 de abril de 2016

LA ACEITUNA DE MESA DEBE SER DIFERENTE (José Manuel Cansino en La Razón el 25/4/2016)

España es el principal productor mundial de aceituna de mesa aportando el 24 % del total. Después de nuestra Nación, los principales productores son Egipto, Turquía, Argelia y Grecia; competidores con unos perfiles de precios y costes muy dispares.



En los últimos 25 años la producción española de aceituna de mesa se ha multiplicado por cuatro a pesar de que sólo entre 2010 y 2014, se perdieron 10.244 hectáreas de este cultivo sólo en la provincia de Sevilla (que produce el 72 % de la aceituna de mesa de Andalucía). La productividad de las empresas agrícolas del sector no cabe duda de que ha aumentado en este tiempo (la superficie se reduce y la producción aumenta en un periodo de tiempo suficientemente largo como para no atribuirlo a factores climáticos).
La mayor parte de la producción de aceituna de mesa (un 65 %) se exporta, genera unos 700 millones de euros, y tiene como principales destinos EE.UU., Italia, Rusia, Alemania y Francia. Todo este proceso de éxito comercializador está muy anudado a una profesionalización creciente del sector cooperativo que agrupa a los productores y del que destaca el grupo Manzanilla Olive especializado en la producción de aceituna manzanilla y gordal. Sólo en 2015, este grupo cooperativo aportó un volumen de producción de 30 millones de kgs, casi un 30% más que el año anterior. El economista Manuel Rodríguez Gómez ha subrayado recientemente la importancia de las cooperativas en la economía agraria.
Pero a pesar de estas cifras, el sector afronta un futuro incierto como parece desprenderse del primer borrador del documento “Diagnóstico sobre el sector de la aceituna de mesa en España” publicado por la Dirección General de Producciones y Mercados del Ministerio de Agricultura. Un comentario extenso de este documento es el que ha realizado el director general del grupo cooperativo mencionado, Antonio J. Jiménez, en el nº 6 de la revista El Manzanillo que es de acceso libre en la red.
Del informe del Ministerio podría desprenderse que parte del sector de la aceituna de mesa (la aceituna manzanilla y la gordal) está vendiendo a pérdidas debido a los altos costes de recolección y poda. Los costes de producción se cifran en 0.57 euros/kilo para las explotaciones de regadío y en 0.75 para las de secano. Con estos datos son varios los análisis que caben y no sólo contemplar cómo se acentúa el tránsito desde el cultivo de estas variedades hacia la aceituna hojiblanca que resiste un cultivo más mecanizado y barato.
Un primer análisis evidencia que hay un desafío tecnológico que, por su propia naturaleza, no puede resolverse a corto plazo. En definitiva, si se desarrolla una tecnología de recolección eficaz (que no dañe a la aceituna en su recogida) y alcanza el nivel de “tecnología madura en el mercado”, parte fundamental del problema se resolverá al tiempo que se pierde parte importante del “carácter” social de este cultivo que genera una importante cantidad de jornales. Naturalmente corresponde al propio sector de la aceituna y a la industria de maquinaria agrícola, financiar la investigación en proyectos de I+D+i hasta conseguir una tecnología que ha resultado fallida hasta el momento.
Un segundo análisis consiste en imitar el modelo griego de diferenciación de su producto. A pesar de que el precio de la aceituna de mesa española está por debajo del de Grecia, la penetración en el comercio internacional de la aceituna griega está siendo mejor que la española gracias al éxito en la diferenciación de “su” aceituna frente a las competidoras. Se trata de lo que desde la perspectiva técnica y microeconómica se denomina “discriminación de precios de tercer grado”. Es fácil entender la idea manejando el manual de “Microeconomía en casos” coordinado por la profesora Rocío Román de la Universidad de Sevilla. En esencia, cuando se consigue diferenciar un producto hasta el punto de que el consumidor es muy sensible a esa “marca”, su demanda se hace más rígida y está dispuesto a pagar un precio más alto. Naturalmente, el reto está en conseguir financiar campañas de promoción a medio plazo sabiendo que cuando se trata de un producto “a granel” ningún productor individual está dispuesto a asumir el coste sabiendo que sus competidores se van a beneficiar igualmente de la campaña que sólo él financia. Es el problema que los economistas llamamos de “pasajero gratuito”. Quizá la solución haya que buscarla en los 304 millones de euros que el programa de Desarrollo Rural Andaluz destina al subprograma temático para el olivar.

Un último análisis sería el incluir a la superficie de olivar (en general a toda la superficie arbórea puesta en producción) como sumidero de emisiones de CO2. Esta propuesta entroncaría directamente con uno de los tres pilares de la actual Política Agraria Común. Específicamente, hay países que incluyen en el cálculo anual de su Balance de emisiones el sector “Uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y silvicultura”. En aquellos en los que no existe una actividad de desforestación importante, este sector aparece siempre con signo negativo, esto es, actúa como un sumidero de dióxido de carbono como consecuencia de la actividad fotosintética de árboles y plantas. Por su naturaleza, el secuestro de CO2 que sería atribuible al sector del olivar es posible que sea pequeño pero habría que ponerlo encima de la mesa antes de descartarlo como parte de la solución al futuro de este sector productivo. Una solución que también pasa, ineludiblemente, por la diferenciación de su producto y por la mecanización. 

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