jueves, 21 de julio de 2016

¿DÓNDE APARCA EL PREMIO NÓBEL? (José Manuel Cansino en La Razón el 18/7/2016)



Acaba de publicarse el ranking de las 1.000 mejores universidades del mundo que elabora el Center for World University Rankings (CWUR). Se estima que a lo largo del mundo existen unas 17.000 universidades. Los rankings se utilizan para comparar el prestigio de las universidades a nivel nacional e internacional. El ranking del CWUR no es el único ni el más conocido de este tipo (el más conocido en el de Shangai) pero, como los demás, siempre logra un cierto recorrido mediático. Sólo una universidad española, la Universidad de Barcelona, figura entre las 200 mejores del mundo. De entre las diez primeras universidades españolas que aparecen, sólo la de Granada y la Universidad de Sevilla –por este orden- son andaluzas.



La metodología que sigue el CWUR incluye entre sus criterios el número de premios internacionales (por ejemplo, el Nobel) obtenidos tanto por sus profesores como por sus licenciados; la cantidad de antiguos alumnos que han llegado a ser consejeros delegados (CEO) de las principales empresas del mundo puestos en relación con el tamaño de la universidad; el volumen de trabajos de investigación de alto impacto y aparecidos en publicaciones influyentes y de prestigio; las citas, y las patentes.
De las diez universidades mejor posicionadas, ocho son estadounidenses y dos británicas. Si Vd tiene curiosidad, este es el orden: Harvard, Stanford y Massachusetts Institute of Technology, Oxford, Cambridge (estas dos, británicas), Columbia, Berkeley, Chicago, Princeton y Yale.
Resumir la explicación de este éxito en unas pocas palabras es siempre temerario pero no me equivocaría mucho si coincido con quienes sostienes que la clave está en el trabajo de estas universidades orientado a la “captación del talento” venga de donde venga. Sin duda es este un modelo que poco se parece a la preocupación de la universidad española principalmente orientada a la “consolidación” del talento local.
A pesar de que el sistema universitario español ahora contempla explícitamente un sistema de incorporación de talentos externos a través de un proceso tan regulado como los habituales de promoción interna, en las universidades españolas estamos lejos de reservar una plaza de garaje con el nombre de cada uno de los premios Nobel que forman parte de nuestros claustros. Es sólo un ejemplo de lo que hace la Universidad estadounidense de Berkeley. Allí, los premios Nobel tienen plaza de aparcamiento gratis. Me atrevo a sostener que en cualquier universidad española esta iniciativa sería abiertamente rechazada y, si alguna se atreviese a establecer esta distinción automovilística, no sería yo quien recomendase a la eminencia tal dejar su coche en el sitio reservado. La universidad española es –como no puede ser de otra forma- reflejo de su sociedad. Una sociedad abiertamente hostil a promoción meritocrática y, en cambio, muy apegada a un igualitaristo letal. Entre la “colleja” al empollón y el ninguneo al académico premiado sólo hay una diferencia de edad y contacto físico. Pero regresemos a la cuestión de los rankings.
Los rankings universitarios tienen un enorme impacto en la sociedad. Su interpretación es sencilla y resultan accesibles al gran público por lo que influyen en las decisiones trascendentales como la elección de la universidad en la que se desea cursar los estudios. Aunque no son perfectos son la única herramienta para dar visibilidad a una universidad en un mundo donde “no existe lo que no se ve”. Esta fue una de las conclusiones compartidas por los participantes en un reciente seminario organizado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) en el Centro Asociado de Madrid-Escuelas Pías de la Universidad Nacional de Educación a Distancia UNED.
Entre los mejores conocedores de cómo se elaboran estos rankings está el profesor Domingo Docampo de la Universidad de Vigo. Por ejemplo, en el Ranking de Shanghai, que valora fundamentalmente la investigación, se tienen en cuenta los alumnos y profesores que han recibido premios Nobel o medallas Fields. De nuevo aparece la importancia de la captación de talento y el sentido de las plazas de garaje que la Universidad de Berkeley reserva a “sus” premios Nobel. El mismo ranking también valora especialmente los artículos científicos incluidos en las revistas de mayor reputación que son las incluidas en el “Science Citation Index – Expanded” y en el “Social Science Citation Index”. Esto último es una importante barrera para universidades como las españolas por lo siguiente.
Las universidades con un peso importante de titulaciones de Ciencias Sociales, Ciencias Jurídicas y Humanidades se sitúan, ya de partida, en una posición de desventaja respecto a las que cuentan con mayor número de titulaciones de Ciencias Experimentales y de Ciencias de la Salud. La razón estriba en que resulta más probable que los profesores-investigadores (aquellos que imparten docencia e investigan) o los investigadores que trabajan en Ciencias Experimentales y de Ciencias de la Salud tienen una mayor tradición de investigación orientada a este tipo de publicaciones y también un mayor número de revistas en las que publicar. Adicionalmente, los experimentos son más fácilmente repetibles, suelen disponer de mayores fondos y, como consecuencia, resultados más abundantes susceptibles de ser publicados.
Con todo y sin alharacas, sería interesante analizar los modelos de éxito relativo que han llevado a varias universidades españolas y andaluzas a estar entre las 500 primeras (tanto en este ranking del CWUR como en el de Shangai). Por ejemplo, en línea con el peso otorgado a los puestos obtenidos por los alumnos en las principales empresas, la Universidad de Sevilla elevó a rango de Vicerrectorado la actividad de transferencia tecnológica. En los últimos meses, el sistema nacional de promoción de los profesores atribuyó un mayor peso curricular (aún por aclarar) a este tipo de actividades. Otro ejemplo es el apoyo dado a la mejora de las publicaciones de sus miembros en revistas científicas y a la obtención de proyectos de I+D en convocatorias competitivas. Así, a través de su Plan Propio, la Universidad de Sevilla facilita que los investigadores responsables de proyectos de esta naturaleza podamos disponer de personal técnico que auxilie en las muchas obligaciones administrativas. Son sólo dos ejemplos a los que podría sumarse la labor del Vicerrectorado de Internacionalización, clave en la tarea de poner a esta Universidad en el mapa académico mundial.

Me temo que seguirá sin haber plaza de garaje reservada a los premios Nobel que trabajen en las universidades españolas, pero aquellas que estén decididas a mejorar su posición en estos rankings, tienen ejemplos donde mirarse por mucho que estos listados –como toda obra humana- sean perfectibles.

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