viernes, 4 de noviembre de 2016

EN ESTA CASA SÓLO VIVO YO (José Manuel Cansino en La Razón el 24/10/2016)


Una información imprecisa sobre el agotamiento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social casi ha coincidido en el tiempo con la publicación de las proyecciones demográficas para España por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Ambas noticias sumadas han provocado cierta preocupación que en ningún caso ha superado la inquietud por saber si Bob Dylan aceptaba o no el Nobel de Literatura.



El INE nos dibuja el perfil demográfico de nuestra Nación en el horizonte de 2066. Dentro de 50 años, las españolas vivirán hasta superar –en promedio- los 91 años, tendrán un hijo en torno a los 33 años y poco más, esto es, el INE señala que la tasa de fecundidad (número medio de hijos por mujer) será de 1.38 años, una de las más bajas del mundo. Los varones viviremos hasta los superar los 88 años y compartiremos un sentimiento con las españolas; la soledad. Ya en 2031 el INE estima que más de 11.5 millones de hogares españoles (el 60 %) acogerán a una o dos personas, no más. Serán mayoritariamente viviendas urbanas ya que se prevé un muy intenso abandono de las zonas rurales que golpeará, principalmente, a Castilla-León, Galicia y Asturias.
Entre 2046 y 2066 morirán muchas personas en España, la mayoría nacidas al albur del ‘baby boom’ registrado entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el despegue económico español en la mitad de los años 60 del siglo pasado. Al mismo tiempo el número de partos se reducirá en un 22 % con respecto a los registrados al inicio del siglo XXI.
Con todo lo anterior, el INE ofrece dos valores extremos en su proyección demográfica para 2066. La proyección optimista alcanzaría los 43.96 millones de españoles frente a los actuales 46.43. La previsión pesimista reduce la cifra hasta los 38.46 millones cuando se asume la hipótesis de una restricción a los flujos migratorios. Sin duda, la apuesta europea de suplir su decrepitud demográfica por una fuerte inmigración (unos 10 millones de personas en total se necesitarían para compensar) está recibiendo un fuerte rechazo social. Pensar que las personas se pueden sustituir como si fuesen piezas sin tener en cuenta las diferencias culturales y religiosas, ha demostrado ser tan erróneo como esperar que los terribles conflictos bélicos y las hambrunas desapareciesen de la faz de la Tierra.
Lo que algunos han llamado el ‘suicidio demográfico’ de España y, por extensión, de Europa tiene su impacto indudable en la sostenibilidad financiera de un sistema de pensiones inspirado en el criterio del reparto, es decir, un sistema que financia las pensiones actuales con las cotizaciones de los trabajadores empleados. Sistema que se ve amenazado por la evidente tendencia a invertir la pirámide demográfica, haber bajado los salarios (y por ende, las cotizaciones) tras la crisis de 2008 y mantener una tasa de desempleo de casi el 20 % de la población activa.
Es aquí donde se encendió la alarma de un hipotético agotamiento del Fondo de Reserva de las Pensiones. En realidad no es exactamente así.
El Fondo comenzó a nutrirse de ingresos procedentes de los Presupuestos Generales del Estado en el año 2000 a pesar de haberse creado en 1997. Su finalidad era la de ser un mecanismo de financiación (vale decir hucha) en etapas de fuerte desempleo como la que se inició en 2008. A la gestión del Fondo se le pusieron algunas limitaciones. Una muy importante iba dirigida a impedir que algún gobierno agotase fulminantemente sus reservas.
Para ello se estableció un límite anual equivalente al 3 % del valor que sumaban las pensiones contributivas y la gestión de las mismas. Cuando en 2012 el daño de la crisis era ya muy grave, el Parlamento respaldó que la aplicación del citado límite quedase suspendida provisionalmente. La provisionalidad de la suspensión expira a finales de este año 2016. Por tanto, aunque el Fondo sigue achicándose, lo que ahora urge parece que es conseguir un acuerdo parlamentario y mayoritario (ahí es nada) para una nueva prórroga. Los expertos estiman que esta necesidad no remitirá hasta que en España vuelvan a estar empleados unos 20 millones de trabajadores.
Pero, en un sistema de pensiones inspirado en el criterio del reparto, si no hay jóvenes trabajando, no hay posibilidad de financiación si esta se basa en las cotizaciones a la Seguridad Social. El problema es que apenas hay voluntad política por incluir la cuestión demográfica en la agenda política.
La defensa de la natalidad parece tener un efecto absurdamente estigmatizante y que provoca la paradoja por la que se preguntaba en estos días el profesor Rafael Sánchez Saus “¿por qué hay causas cuya defensa sólo puede hacerse desde la alegría, aunque los tiempos sean pésimos, y otras que hacen aflorar la rabia aunque todo reme a su favor?”
La reflexión de este pensador –mente especialmente preclara en la Universidad española- la hacía refiriéndose al nuevo éxito en Francia de la convocatoria de Le Manif pour Tous, un movimiento ciudadano cuyo fin primordial es la defensa de la familia sin adjetivos. Una familia que –según el INE- no existirá en la mayoría de los hogares españoles dentro de 50 años, salvo que decidamos otra cosa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario