lunes, 2 de enero de 2017

DOS ROBOS Y UN SOLO ACENTO (José Manuel Cansino en La Razón el 26 de enero de 2016).

Permítanme que comparta con Vds dos breves historias reales aunque un poco teatralizadas. La primera ocurre un día cualquiera, no importa la hora. Suena el teléfono móvil.

-          - Buenos días, le llamo de X, la subcontrata de su comercializadora de electricidad.
-          - Sí, yo llevo robando luz mucho tiempo.
-          - Hemos estado revisando la sala de contadores de su vivienda y …
-          - Sí, tengo un puente hecho.
-         -  … y hemos visto un problema en su contador de luz ¿tendría un minuto, por favor?
-          - Sí, sí. Todo lo que quieras. Yo llevo robando luz cinco años.
-         -  Hemos visto que su contador de luz está manipulado.
-         
(Solapando la alocución del operador telefónico). Más de cinco años. Vamos que me estoy hinchando de ganar dineros. Más de 20.000 euros llevo ya.

-          - Está puenteado ¿no estará robando la luz a algún vecino?
-       - Al vecino no, a Y (la comercializadora de electricidad que –correctamente- indentifica con la empresa generadora de electricidad).
-          - Yo tengo que dar parte a su empresa eléctrica.
-          - ¡Aligérate!
-          - Ya le aviso que si el contador está manipulado esto supone el corte del abastecimiento.
-          - A mí me da igual que lo corten. Lo enchufo por otro lado.



La otra historia comienza a las 8.00 a.m. Suena el timbre de la casa. Entra un tipo bien trajeado, de edad neutra y mirada incisiva. Saluda con un apretón de manos fuerte y estudiado. Nada fláccido.

-        Fulanito de copas; corresponsal del Banco Impune de Panamá.
-        Pase, pase.

El Sr Corresponsal se sienta, cuenta los billetes de 100 euros y los va introduciendo en su maletín. Cierra el maletín y extiende la libreta de recibos. Anota el nombre de su cliente y una cifra redonda. Al poco sale de la casa camino de la avenida donde está la oficina de banca privada con la que trabaja. En la época del boom inmobiliario, para ser tratado como cliente de banca privada había que sumar un patrimonio mínimo de 500.000 euros. Luego, a partir de la crisis de 2008, la cifra bajó mucho hasta una cantidad imprecisa en torno a los 150.000 euros. Para lo que aquí contamos vale imaginar una oficina de cualquier banco español (para esta historia sirve cualquiera de los bancos que Vd conoce).

El empleado le saludó con exquisita cortesía.

-        ¿De nuevo por aquí?
-        Así es.
-        ¿Qué me traes hoy?
-        Otro milloncete.



El empleado anota el ingreso y procede como de costumbre, esto es, en unos minutos ya está transferido el dinero a la cuenta señalada por el propio corresponsal en el Banco Impune de Panamá, de las Islas británicas del canal o de cualquier otro lugar.
El milloncete de euros no va a pagar ni un céntimo de impuestos en España como tampoco paga un céntimo a la compañía Y de electricidad el personaje que confesaba, impúdicamente, tener un puente hecho al contador de luz del vecino.
Hay similitudes y diferencias entre las dos situaciones descritas. La primera historia probablemente la conozca porque corre como la pólvora entre los grupos de ‘whasap’. Al ladrón la han puesto acento andaluz, habla con la gracieta. Se siente impune. Probablemente se jacte de lo que hace entre sus amiguetes litrona en mano. Posiblemente sin saberlo, es un arquetipo, según la teoría del héroe de Thomas Carlyle. Quienes se dedican a estudiar cómo se conforma el imaginario colectivo de las sociedades, nos dicen que el “pícaro” aparece tan rápido en nuestra mente cuando se pregunta por el arquetipo español como un coche potente cuando se le pide a un extranjero que le diga una imagen asociada a Alemania.
La segunda historia no circula por ‘whastap’. Es más sofisticada. Menos chistosa. Tendría un acento neutro. Sin embargo, mueve mucho más dinero que el fraude cometido por el ladrón de luz. Mucho más que todos los ladrones de luz juntos.

El enfoque sicológico del fraude fiscal explica que el fraude actúa como un mecanismo de compensación sicológica para el contribuyente frente a las conductas de quien se corrompe con dinero público o deja de pagar impuestos elevadísimos. Si algo despierta el ladrón de luz en millones de contribuyentes es envidia. Envidia de no poder “puentear” a la Hacienda con la habilidad con la que lo hace su ídolo deportivo o las fortunas que argumentan que lo hacen porque aquí se pagan muchos impuestos. No se equivoquen. Cualquier tipo impositivo, aunque reducido, les parecería exagerado.

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